De verdad, este no es un blog personal
Ver demasiado lejos — Adiós a Spanbauer — Recomendación de miedo
Tengo que escribir esta carta. Se me tiene que ocurrir una idea. No, en realidad, lo que debo hacer es elegir una de las ciento cincuenta y tres ideas que revolotean detrás de mis ojos, todas al mismo tiempo, produciendo un zumbido que vibra debajo de mi sien izquierda con tanta fuerza que en cualquier momento el globo ocular saldrá disparado entre mis párpados y se escurrirá por mi mejilla.
Una idea. Una sola. Porque nadie quiere una lista –mucho menos una con ciento cincuenta y tres líneas– de todas las ideas que podría desarrollar pero que, en el trabajo de elaborar dicha lista, se quedarían en el tintero. Como siempre.
Pero no puedo. La verdad es que no puedo. Hay una combinación de agotamiento y aburrimiento con la que no puedo lidiar. Entonces, ¿qué se hace en estos casos?
Este no es un blog personal – I
Y con este subtítulo me obligo a recordar que este es un ejercicio en el que, por una parte, trato de darle forma a lo que sé, lo que aprendo y lo que todavía desconozco pero, por otra parte, me permite practicar, ejercitar y sobre todo, disciplinar la tarea –a veces agobiante– de escribir algo.
La próxima semana, se supone, vendré aquí con un cuento pero ni siquiera tengo muchas ganas de ponerme a planear sobre eso.
Hace unos días vi una publicación en norecuerdoquéredsocial de una persona que se preparaba para escribir siete, sí, siete cuentos previo al día de muertos. A mí ni siquiera se me había pasado por la cabeza tal cosa y durante un par de días he estado pensando si debería hacerlo, si debería auto-imponerme la meta de hacer, ya no digamos siete, al menos tres relatos para meternos en la época festiva.
(Recuerdo que en alguna publicación había dicho algo al respecto pero, ¿saben qué? Lo olvidé por completo. Octubre tiene la mitad del tiempo agendado en compromisos de “trabajo” y la otra mitad tratando de recuperarme de los mismos. Y sí que me gustaría escribir un par de cosas y mostrárselas y, con suerte, que les gusten…)
Debería recordarme que este no es un blog personal, pero a veces, la verdad, solo quiero un momento de desahogo sobre algunas frustraciones constante. Por ejemplo: llevo más de dos semanas con Yo, Robot de Isaac Asimov y simplemente no puedo terminarlo. En cuanto voy por la tercera página empiezo a quedarme dormido. Da igual si son las 12 del día o las 9 de la noche. Conforme avanzo un poco, los ojos se me cierran. Y eso debe ser, en parte, porque me está pareciendo incansablemente aburrido. ¿Aburrido? ¿Asimov? ¡Cómo me atrevo!
Pero es que es así.
Leí ese libro hace ya un buen rato –en esa época casi idílica (gracias a la conveniencia de la memoria selectiva que da el tiempo) y a la que llamo mi primera juventud– y no solo eso, recuerdo haberlo devorado. Debí haberlo leído en solo unos cuantos días. Ahora llevo semanas con el volumen y apenas voy a la mitad.
¿Debería dejarlo? ¿Debería guardarme mis comentarios sobre cómo Asimov no me parece lo que yo creía cuando estaba en mis 20s?
Tal vez es la respuesta para ambas cosas.
Y lo todavía peor es que tengo –como siempre– una lista larguísima de cosas por leer. Ni siquiera he podido terminar de revisar unos volúmenes de cuento que tengo a medio abrir y marcar a un lado de la computadora con la que escribo (muchos otros libros los mandé a cajas porque me cansé de ver sus portadas y lomos acusadores… además se estaban empolvando y quemando por el sol).
Pero, esto no es un blog personal y tal vez (de nuevo, tal vez) debería serlo. Así, podría contarles… [el escritor hace una pausa de quizá unos veinte minutos antes de darse cuenta de que no tiene nada qué contar, realmente] … alguna cosa.
Como sea, salvo estas cartas, lo último que he escrito en semanas ha sido justamente el último de los cuentos que aparecen una vez al mes y aunque he estado haciendo notas, ejercicios y pensando sobre una trama en la que quiero trabajar, la verdad es que a ratos me doy cuenta de que he dejado a la mitad demasiadas cosas y no he atajado de fondo ninguna de ellas con claridad.
No es eso que algunos le llaman bloqueo de escritor sino que siento que no me apetece mucho empezar algo más ahora. En parte, porque veo el calendario y sé que no voy a poder dedicarme tanto tiempo como quisiera a eso en lo que he estado pensando. Y con eso en mente no quiero –no quiero permitirme– volver a dejar algo a la mitad.
¿Han visto ese meme de “no estás deprimido, estás distraído”? Siempre me ha parecido bastante chocante, en parte porque banaliza la depresión, un asunto que me parece de la mayor seriedad –sobre todo por el modo en que está subdiagnosticada–. Pero así me siento últimamente: distraído. Como si no pudiera enfocar la mirada.
Tal vez es otra cosa: veo demasiado hacia adelante. Las cosas que podrían pasar, las que de cualquier forma van a pasar y las que espero que no pasen. Y en ese ir y venir, en esa hipermetropía mental, un engrane deja de funcionar.
Este no es un blog personal – II
Ha llovido durante los últimos días. El ambiente es más fresco. Puedo ponerme la chamarra todo el tiempo en casa y sacar las pantuflas de Homero Simpson que tanto me gustan. Y si pido una de esas calabazas pay del supermercado podría hacer el puré para un pumpkin latte casero. Todo eso me hace pensar en que el año ya está por terminar.
Parece hace tan poco que nos quejábamos de que enero no se acababa y de que febrero parecía interminable y caótico. Pero miren, ya es octubre.
(Por cierto, este fin de semana es mi cumpleaños y, estando el ánimo como está, no tengo muchos planes. Pero acepto abrazos electrónicos.)
Y hoy quería hablar de otra cosa. Esta semana quería hablar de otra cosa. Quería tener tiempo para dedicar a esta carta y encontrar algo para ustedes: algo útil, algo curioso, algo entretenido.
Pero una entrada personal de vez en cuando espero que no los desanime.
Gracias por llegar a esta línea.
SERENDIPIAS
Una de las noticias que más me ha impactado en el mundo de la literatura ha sido la muerte de Ray Bradbury. Ocurrió en el año 2012 y recuerdo que me impresionó porque yo había leído varios de sus libros y siempre pensé que el señor ya había abandonado el plano terrenal y transitaba otras dimensiones energéticas universales. Pero no, el autor de Crónicas Marcianas y Fahrenheit 451 falleció hace apenas doce años.
Y por esa misma razón me ha impresionado, aunque a un nivel más personal, la muerte de Tom Spanbauer ocurrida en días pasados.
Me he enterado por el substack de Chuck Palahniuk, uno de sus alumnos y alguien que siempre lo refiere cuando realiza su ejercicio Gloves Off de tallereo de cuento en esta plataforma.
Spanbauer fue el creador de la escritura peligrosa, ese conjunto de técnicas que ponen al escritor en problemas para sacar de él/ella la mejor historia. Escribir sobre lo que temes, sobre lo que odias, sobre lo que te avergüenza, y hacerlo con la mayor sinceridad.
Y no es fácil. Pero vale la pena.
Yo –como ya he dicho antes– llegué a Spanbauer mediante Palahniuk y su Consider This, y he encontrado en este conjunto de autores un recurso valioso para enfrentarme a la página en blanco. Y me ha llevado a lugares a los que no sabía que podía llegar –en términos personales, al menos–.
No puedo imaginar lo que para los alumnos de su taller debe significar su partida pero tampoco puedo dejar de sentir cierta nostalgia por la noticia.
No sé qué más decir sobre esto pero no creo que haga falta.
ONOMATOPEYAS
Como ya viene la temporada de sustos, va nuestra primera recomendación para ir entrando en calor. Se trata de Inmaculada, una cinta de terror psicológico protagonizada por Sydney Sweeney y que, si no vieron en el cine, pueden ver por la plataforma Amazon Prime Video.
La película sigue la historia de Cecilia, una joven americana que llega a un convento en Italia. La protagonista es una novicia que está por hacer sus votos y ha recibido el “llamado” de la congregación italiana que se encarga de cuidar a monjas ancianas. Pronto se nos revelarán dos cosas: que Cecilia es sobreviviente de un evento traumático a partir del cual se volvió devota y que su vida está por cambiar debido a un sospechoso milagro.
En el reparto, Sweeney está acompañada por un conocido Álvaro Monte (La Casa de Papel) quien interpreta al sacerdote Sal Tedeschi, y Benedetta Porcaroli (actriz italiana a quien quizá algunos conozcan por Baby, la serie de Netflix).
La cinta tiene momentos no solo inquietantes sino algunos plenamente espeluznantes. No es el terror de monstruos sino uno más agobiante, quizá. Es además una película que pese a su bajo presupuesto, tiene una realización muy bien lograda, así que puedes apagar todas las luces de casa, sacar las palomitas y prepararte para un viaje inquietante por la historia de sor Cecilia.
Gracias por pasar por esta carta semanal que, insisto, no es un blog personal (aunque a veces suena así). La próxima semana toca relato… ¿quieren algo para ir entrando en fechas de sustos? Si dejan un comentario, prometo tomarlo mucho en cuenta.
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¡Hasta la próxima!
Yo también vine a proponer un libro, que ya tenía en mente hacerlo, porque cuando leí El libro vacío de Josefina Vicens pensé mucho en ti; bueno, ahí lo dejo.
Saludos, abriguese bien.
Me gustó mucho leerte en este mood, aunque no sea un blog personal; me recordaste a las lecturas del libro "la buena vida comienza a los 40" . Saludos !!!